Nerea y Martina

Por Abel Barcenilla

  • Nerea y Martina
  • 3 y 6 años
  • Castellón
  • 25/09/18

Un crimen perverso como venganza contra una mujer. Ricardo Carrascosa García, 46 años, escogió el camino de la sinrazón asesina del machismo. Un nuevo episodio de esta lacra se ha vivido este martes en Castellón (Comunidad Valenciana) cuando este hombre asesinó a sus dos hijas, Nerea y Martina, a cuchilladas en plena madrugada. Después de perpetrar el macabro crimen se arrojó por la ventana del sexto piso en el que estaba situada la vivienda, acabando con su propia vida.

Después de la separación, que tuvo lugar hace un año, Ricardo comenzó a enfrentarse con su pareja. Según ha podido saber EL ESPAÑOL a través de fuentes cercanas a la familia, se había quedado en el paro tiempo atrás y achacaba todos los males a su exmujer y al proceso de divorcio . Varios vecinos con los que mantenía relación explican que tenía las cuentas embargadas.

Ricardo iba pregonando por el bario que sus problemas económicos tenían que ver con la separación con su mujer. Temía, dicen sus conocidos, que la custodia de las niñas correspondiese tan solo a la madre. El hombre optó por infligir el mayor daño posible a Itziar, acabar con todo del modo más cobarde: la vileza del parricidio.

El doble asesinato de Martina y Nerea supone el cuarto crimen machista en las últimas 24 horas. En Bilbao fue degollada una mujer de 25 años. La Ertzaintza busca a su pareja. En Maracena, una mujer de 39 ha sido apuñalada múltiples veces hasta la muerte por su expareja.

Dos avisos previos desoídos El doble asesinato perpetrado por Ricardo es tan solo el último y execrable escalón de una escalada de tensión en el seno de la pareja que había llevado a Itziar a alejarse de él y a pedir una orden de alejamiento. En el Juzgado de Violencia sobre la Mujer constan dos procedimientos contra el asesino. El primero se abrió en enero. Allí recibieron un parte médico de la mujer. En febrero se abrió un segundo después de que Itziar denunciase a su expareja por amenazas.

Ambos fueron archivados a petición del fiscal y de la mujer, que decidió no declarar. La orden de alejamiento que pidió Itziar le fue negada hasta en dos ocasiones por el fiscal y el juzgado. La mujer recurrió la decisión, pero después desistió de seguir solicitando la orden. Ella prosiguió por su cuenta como acusación particular en el proceso abierto por las amenazas proferidas contra ella por Ricardo.

Ricardo era un fanático de la música rock, acudía con frecuencia a conciertos de sus grupos favoritos cuando tocaban por la zona. Martina tenía 3 años. Nerea cumplía siete en noviembre.

Hacía tiempo que Ricardo e Itziar ya no vivían juntos la relación que empezaron años atrás. Fue ella la que pidió separarse. Se marchó de allí y se instaló en un piso de una calle cercana, para poder estar cerca de las niñas. Las niñas dormían en la casa del padre, en la calle Río Adra, en el centro de Castellón. Era lo que a Ricardo le correspondía como período de convivencia; el resto del día lo pasaban con Itziar.

La tragedia ya se había asomado a la vida de la mujer, pero en los juzgados no fue escuchada. El día 24 de febrero, le denunció por amenazas en el Juzgado de Guardia. Fue tan solo dos semanas después de que el Juzgado de Familia estableciera las medidas provisionales para regular el régimen de visitas y el uso de la vivienda en base al acuerdo que los padres habían alcanzado.

Ricardo era natural de Villanueva del Arzobispo, un pequeño pueblo de Jaén del que llegó a Castellón, donde trabajaba como azulejero. La mujer a la que le ha arrebatado los hijos y a la que ha dejado muerta en vida trabajaba como educadora social en un centro de la zona. Itziar había sido estudiante de psicología muchos años atrás en la Universidad Complutense, cuando aún no había comenzado su vida profesional.

Los hechos ocurrieron a las cinco y media de la mañana. Varios vecinos de la misma calle llevan todo el día comentándolo el macabro crimen, en un ambiente que parece todavía irreal, inverosímil. Les resulta imposible de creer que sucediera de verdad, que pasase lo que pasó, el doble asesinato a sangre fría de dos pequeñas.

Uno de los vecinos volvía del trabajo a las cinco y media. Aún no había salido el sol. En la puerta de el edificio, frente a la hilera ascendente de ventanas, halló un cadáver desmadejado en el suelo. Era el cuerpo inerte de Ricardo. Arriba, en el sexto piso, el último, se podía observar una ventana abierta. Todo apuntaba al suicidio.

Pronto se avisó a las autoridades. Las primeras preguntas de los agentes de la Policía Nacional a los vecinos, según ha podido saber este periódico, fueron dirigidas a conocer quién era aquel hombre, en qué circunstancias vivía, si tenía pareja, hijos. Entonces los vecinos recordaron que en aquel piso vivían con él sus dos niñas, menores de edad, todavía muy pequeñas, y se lo dijeron a los agentes.

Estos subieron a la casa para tratar de atenderlas tras el hallazgo del cadáver de su padre. Al tratar de acceder a la casa, advirtieron que el cerrojo estaba echado por dentro. Tuvieron que llamar a los bomberos, que terminaron abatiendo la puerta y descubriendo, al otro lado, el horror. Los cuerpos de las niñas yacían sin vida, bañados en sangre y con evidentes indicios de haber sido apuñalados en repetidas ocasiones.

A pocas calles de allí, no mucho después, Itziar se enteró de lo ocurrido y salió corriendo hacia el bloque. Nada se pudo hacer por sus hijas, los sanitarios tan solo pudieron ratificar su muerte. Itziar, desolada, no paraba de gritar, rota de dolor. Hasta allí también se acercó la abuela. Ambas fueron atendidas por ataques de nervios y de ansiedad. Tuvieron que ser hospitalizadas.

La tragedia ha dejado ahora a una madre rota de dolor y a un barrio consternado por la sed de venganza suicida de un padre que asesinó a sus hijas para tratar de infligir el máximo daño posible a su mujer. Lo hizo mediante el asesinato de dos inocentes.

Martina y Nerea, de 4 y 6 años, son la trigésimo cuarta y trigésimo quinta víctimas de la violencia de género en lo que va de año.

Fuente: El Español
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